Lic. Natalia Hidalgo Garrido
Especialista en Terapia de Familia y Pareja
U.B.A (BUENOS AIRES-ARGENTINA)
Partamos de una premisa básica: la sexualidad va más allá de la reproducción, trasciende las características biológicas y define la subjetividad psicológica en el ser humano. Entonces, al hablar de sexualidad, nos referimos a la identidad que cada persona desarrolla y asume; al conjunto de comportamientos que se desprenden de ello, todo esto marcado indefectiblemente por la cultura y la sociedad a la que pertenece. Tiene que ver con la identificación personal, los roles que ocupamos, la forma en que pensamos, sentimos y vivimos nuestras experiencias en nuestra vida.
Ahora bien, cuando hablamos de la sexualidad en la pareja nos referimos a los sentimientos, ideas, expectativas, conductas. Tiene que ver con la atracción hacia el otro y el deseo sexual, pero también con las muestras de cariño, las miradas, palabras, actos y detalles que demuestran a la otra persona mi interés por ella. Para poder transmitir esto al otro y gozar de una satisfactoria vida sexual en pareja es imprescindible haber cultivado en mí mismo la capacidad de conocer y valorar mi condición de hombre o mujer y todo lo que ello implica en mi vida afectiva, familiar, social, laboral.
Resulta por tanto ilógico que empecemos a preocuparnos de la educación sexual de nuestros hijos recién en la adolescencia, cuando desde que nacen se está formando en ellos su identidad y estamos siendo modelos de conducta para ellos. Cuando le decimos al bebé de 2 o 3 años la típica frase “los hombres no lloran”, le estamos bloqueando la expresión de sus sentimientos; como este, existen muchos dichos y actitudes que condicionan inadecuadamente la concepción de lo femenino y lo masculino. La sexualidad se desarrolla y se manifiesta de distintas formas a lo largo de la vida, cada etapa del desarrollo requiere de conocimientos y experiencias específicas y es deber de los padres orientar a sus hijos en este camino.
¿Qué puedo hacer, por mí, mi pareja y mis hijos?
Fomentar la tolerancia, la aceptación de las diferencias para con uno mismo y con los demás.
Eliminar la discriminación hacia el otro por su sexo o por su elección sexual. Esto implica romper el molde de lo masculino como género dominante sobre lo femenino.
Tanto hombres como mujeres poseemos características masculinas y femeninas, en mayor o menor grado. Por lo tanto, reconozcamos y disfrutemos del complemento que el otro puede ser.
No olvidemos que, al convertirnos en padres no dejamos de ser esposo o esposa, porque eso conlleva al descuido de mi persona y de mi pareja, lo cual puede provocar un distanciamiento en el matrimonio.
Vivir nuestra sexualidad sana y plenamente, va a provocar una cadena de bienestar y armonía en nosotros mismos, en nuestras parejas y en nuestros hijos.